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Mostrando entradas de marzo, 2023

La necesidad de la palabra

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En ocasiones, mi mente se queda vacía de palabras. Sobre todo cuando siento emociones impactantes, de una magnitud tan grande que me nublan el entendimiento y bloquean mi capacidad de expresión. No es que me quede sin autoconsciencia, o que no tenga ideas, es que no me salen las palabras. Imagino que de esas situaciones surge la expresión “quedarse muda”. Y, dado que ni recuerdo desde cuándo conozco esta expresión, muchas personas como yo se han encontrado en una situación parecida antes, ahora, y seguro que en un futuro también lo harán. La pregunta es si cuando me he encontrado en alguna situación así he pensado algo en la individualidad de mi ser interior sin recurrir al lenguaje. Bueno, primero debería planetar qué entiendo por lenguaje. Está claro que podemos experimentar el entorno sin necesidad de recurrir a las palabras: podemos sentir hambre, amor, felicidad, podemos apreciar la belleza de una flor, el olor de un bebé recién nacido, el dolor. ¿Pero experimentar el entorno

La aparición de una cultura y su evolución

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¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? Del mismo modo podríamos preguntarnos si somos nosotros quienes nos adaptamos al entorno o el entorno a nosotros. De entrada podríamos pensar que el entorno es el medio en el que nacemos, crecemos y morimos. Pero cuando hablamos de evolución biológica, el entorno es un concepto mucho más amplio que el medio ecológico en el que vivimos. Se trata del medio intrauterino en el que nos gestamos, el medio en el que se encuentran nustras células, las emociones que sentimos, las experiencias vitales que tenemos, cómo nos alimentamos e incluso en qué tipo de entorno cultural y social crecemos. Todos esos factores están inexorablemente ligados a nuestra herencia genética, y es una combinación de la una y los otros, junto con unas gotas de azar, lo que dicta el rumbo de nuestra evolución biológica – y la del resto de especies del planeta –. Tal y como afirma Pedro José Cascajosa en su libro De los quarks a la próxima extinción , nuestra huella genétic

Elemental, querido Watson...

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No, no es lo que le dijo Maurice Wilkins a James Watson cuando le mostró la fotografía 51 tras la salida de Rosalind Franklin del King College de Londres. Pero esa foto no solo fue clave para descifrar la estructura del ADN, también marcó un punto de inflexión en la comprensión del proceso de traducción de las proteínas.    Esquema del experimento de la doble hélice que llevó al descubrimiento de la estructura del ADN. Se muestra la fotografía 51. Fuente: Wikimedia Commons .   Según el National Human Genome Research Institute existe un conjunto de reglas, tan sencillo como elegante, capaz de descifrar las instrucciones que contiene un gen y que le indican a una célula cómo puede producir una determinada proteína. El código de cada gen usa las cuatro bases nitrogenadas del ADN — adenina (A), citosina (C), guanina (G) y timina (T) — o del ARN — adenina (A), citosina (C), guanina (G) y uracilo (U) — de diferentes formas para deletrear los codones, estructuras de tres letras que es