La necesidad de la palabra

En ocasiones, mi mente se queda vacía de palabras. Sobre todo cuando siento emociones impactantes, de una magnitud tan grande que me nublan el entendimiento y bloquean mi capacidad de expresión. No es que me quede sin autoconsciencia, o que no tenga ideas, es que no me salen las palabras. Imagino que de esas situaciones surge la expresión “quedarse muda”. Y, dado que ni recuerdo desde cuándo conozco esta expresión, muchas personas como yo se han encontrado en una situación parecida antes, ahora, y seguro que en un futuro también lo harán.

La pregunta es si cuando me he encontrado en alguna situación así he pensado algo en la individualidad de mi ser interior sin recurrir al lenguaje. Bueno, primero debería planetar qué entiendo por lenguaje. Está claro que podemos experimentar el entorno sin necesidad de recurrir a las palabras: podemos sentir hambre, amor, felicidad, podemos apreciar la belleza de una flor, el olor de un bebé recién nacido, el dolor. ¿Pero experimentar el entorno es pensar? ¿O es esa experimentación la que lleva al pensamiento y a la necesidad de crear un código simbólico para comunicarlo? Desde mi humilde opinión, no creo que sea posible pensar sin experimentar. Pero, de nuevo, ¿se puede pensar sin lenguaje? ¿O es el lenguaje un herramienta de pensamiento? El pensamiento implica, entre otras cosas, la capacidad de reflexión, abstracción y planificación. Puedo escuchar sonidos o ver objetos que me abstraigan a momentos pasados, que me permitan evocar emociones de otros tiempos sin necesidad de recurrir al lenguaje… verbal y escrito. Pero el lenguaje también son índices, gestos, iconos y símbolos. Diría que hasta recuerdos. El recuerdo que vincula una imagen con una melodía, un olor o un estado de ánimo es un modo de pensamiento y, al mismo tiempo, es lenguaje simbólico. Estoy segura de que sería capaz de comunicarme con ciertas personas, por ejemplo, a través de la comida o la música. Podría decirles “soy yo, esta es mi impronta, y sé que me reconoces”. Podría hasta hacerles recordar unas vacaciones en un lugar concreto, un día determinado, podría hacerles pensar en aquella puesta de sol, las risas... No sé hasta qué punto podríamos haber desarrollado esa capacidad de no vivir en comunidad, de no ser seres sociales.

De entrada, no sé si habríamos podido desarrollar la autoconciencia, ese conocimiento de nosotros mismos como seres individuales, distintos y autónomos del resto, que nos permite ponernos “en los zapatos” de nuestros semejantes y construir sociedades complejas, con normas y creencias que regulan nuestra convivencia y calman nuestros espíritus inquietos.

Por otra parte, si consideramos que el pensamiento simbólico es un modo de lenguaje, o de protolenguaje, es obvio que somos capaces de abstraernos y “trasladarnos” en el tiempo a través de él. ¿Quién no ha visto una persona que le ha recordado a un ser querido y le ha llevado a recuperar una batería de recuerdos y situaciones vividas que minutos antes estaban enterradas en lo más profundo del inconsciente? Los olores, colores, sonidos, sabores y tacto pueden llevar a nuestra mente a construir mundos nuevos; imaginar, alabar o temer cosas que no existen; a dotar de valor a las cosas y realizar intercambios, a establecer normas y jerarquías sociales, desarrollar creencias y, finalmente, crear lenguajes. Algo que no me queda tan claro es si fue antes el lenguaje o la capacidad simbólica, o si esta puede considerarse como un tipo de lenguaje previo a la palabra. Lo que sí tengo claro es que solo con el pensamiento simbólico sería capaz de transmitir mensajes, al menos a aquellas personas que me conocen bien, y con ellos algunos planes de acción. ¿Quiere esto decir que sería capaz de transmitir cualquier plan? ¿A personas con las que no haya interaccionado antes? ¿Que ni siquiera conozcan mi cultura y costumbres? Lo dudo mucho, debo admitir que en esto el uso de la palabra – y del traductor de Google – ayuda bastante.

 

Ilustración del lenguaje. Fuente: El Ucabista.


Bibliografía

La singularidad humana. Introducción de Xurxo Mariño.

Yo soy vosotros. Xurxo Mariño. Mètode 2019 - 101. La memoria de los huesos - Volumen 2 (2019)

Una simple huella. Xurxo Mariño. Mètode 2019 - 103. Formas infinitas - Volumen 4 (2019)

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