Envases activos e inteligentes: la nueva experiencia de las personas consumidoras

Puede parecer banal, pero nada más lejos de la realidad. En los últimos años, el concepto de envase ha pasado de encontrarse en un segundo plano a tener un rol protagonista.

En alimentación, los envases han sido tradicionalmente objetos pasivos, envoltorios de utilidad para proteger y presentar la comida de una manera apetecible. Pero gracias a las nuevas tecnologías que han ido incorporando poco a poco, se han convertido en elementos activos, con un papel esencial en la conservación y trazabilidad de los alimentos. Entre las innovaciones ya disponibles en los mercados encontramos cervezas que cambian de color para indicar que están frías, envases que avisan cuando un producto está caducado o detectores microbacterianos que informan de cambios en las condiciones del alimento.

Los recientes avances en nanotecnología alimentaria han mejorado notablemente la seguridad de los alimentos que consumimos. Dado que la causa principal de su deterioro es el crecimiento microbiano, las multinacionales han dedicado un gran esfuerzo a desarrollar nuevos sistemas de envasado que eviten este problema. Así es como han irrumpido en el mercado los envases activos e inteligentes. La principal diferencia entre ellos es que los primeros no interactúan con el consumidor, sino que se limitan a interaccionar con el alimento para incrementar su vida comercial. Por ejemplo, empleando una combinación de gases o de sustancias antimicrobianas para absorber sabores, olores, humedad u oxígeno. En la imagen se pueden observar productos con envases activos disponibles en cualquier supermercado, en particular en la sección de platos preparados. 

 

Lineal de platos preparados en un supermercado.


Una experiencia personalizada

Mientras, los envases inteligentes ofrecen al consumidor una auténtica experiencia comunicativa. Su función es proporcionar la máxima información posible sobre el producto adquirido, de manera que el envase ofrezca un garante de confianza en cuanto al estado del alimento y la transparecia y seguridad de la cadena de suministro. Para que el envase ofrezca la información deseada al usuario, es necesario, en primer lugar, que contenga sustancias susceptibles de sufrir cambios ante el deterioro del alimento y, en segundo lugar, que informe al consumidor del estado del producto.


Nanosensores alimentarios

Los nanosensores alimentarios son dispositivos que constan de una enzima, célula, anticuerpo o cualquier otro tipo de receptor biológico capaz de convertir una señal eléctrica, térmica, etc. producida por el deterioro del alimento en una indicación perceptible para el consumidor. Por ejemplo, un cambio de color causado por miles de nanopartículas que fluorescen cuando el alimento se encuentra en mal estado.

Entre los principales nanosensores alimentarios se pueden encontrar biomicroarrays para detectar contaminantes en los alimentos, indicadores de tiempo y temperatura, de humedad, fugas o frescura. Incluso nanotubos de carbono para medir el grado de picor de algunos pimientos, como las guindillas. Aunque en España todavía resulta difícil encontrar este tipo de envases, he sido capaz de comprar un par de Coors Light (cerveza rubia de importación) en el supermercado de El Corte Inglés. En la siguiente imagen, doy fe del cambio de color en el etiquetado de una de las botellas al enfriarla, ¿adivinas cuál es?¡El envasado inteligente es maravilloso!

 




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