Ver para creer

Nada más cierto que el título de esta entrada. En estos días navideños, quien más quien menos se ha pasado por el supermercado en busca de comida para la mesa de Nochebuena o de Navidad. Y sí, al menos yo, he tenido ese sentimiento de culpabilidad –diría remordimiento, pero aún no me he pegado el gran festín– que en cierto modo mitigo dejando caer en el carro algo “saludable”.

Sea bajo en grasas, en sal, en azúcares (añadidos), sin aceite de palma o con Omega 3, las grandes letras con fondos verdes y azules nos envían un mensaje no todo lo cierto que debiera ser. Y entonces, llega la gran pregunta: ¿hasta qué punto somos conscientes del engaño?

Vayamos allá, analicemos dos productos que, a priori, pudieran parecernos más saludables que los de su gama por el etiquetado. El primero es este:

 


Yo he bebido leche Puleva. No con Omega 3, no tengo problemas de corazón. Pero si los tuviera, no tendría la más mínima duda en qué leche elegir de todo el lineal del supermercado. “OMEGA 3. Corazón sano” en bellísimas letras verdes, con una rama de olivo -también verde- sobre fondo amarillo con forma de corazón. En letras blancas sobre fondo azul oscuro “REGULA EL COLESTEROL”, “ORIGINAL”, etc. Bien empleados están los céntimos que me cuesta de más esta leche, ¡ayuda a mantener el corazón sano!¡Reduce el colesterol!

Ahora bien, si nos fijamos un poco más, veremos dos asteriscos en la cara frontal del envase, al lado de “sano” y “colesterol”. Para averiguar por qué están ahí esos asteriscos, vamos a mirar la parte trasera del envase:

 


Bien, si la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, en inglés) “acepta” como cantidad diaria adecuada 250mg de los ácidos grasos Omega 3 de tipo DHA y EPA, deberíamos bebernos dos vasos de leche Puleva Omega 3 al día. Buen negocio el de la leche… Nos guste más o menos, el etiquetado de Puleva es completamente correcto, ya que el envase informa de que el efecto beneficioso se obtiene con una ingesta diaria de 250mg de EPA y DHA, tal y como solicita el Reglamento (CE) no 1924/2006 para poder anunciar un producto como beneficioso para el corazón.

El segundo producto es la mayonesa Calvé. La he elegido porque es la que suelo utilizar en verano para hacer la ensaladilla:

 


Y, la verdad, del envase se intuye que es más sana que la Hellmans, por ejemplo. En letras verdes podemos leer “Zero”, “SIN AZÚCARES”, “SIN CONSERVANTES”, “SIN GLUTEN”. Fondos amarillo claro, un huevo que parece parido por las gallinas de corral de mi abuelo y un buen bol de aceite de oliva. Jo, a mí me parece sanísimo. Veamos cómo es el envase por detrás:

 


¡Anda! Aquí ya dice “Disfruta del DELICIOSO SABOR de tu mayonesa Calvé, SIN AZÚCARES, colorantes ni conservantes artificiales”. Pero entonces, ¿tiene conservantes y colorantes, o no? Miremos los ingredientes:

Aceite de girasol, agua, vinagre de vino blanco, yema de huevo, sal, almidón modificado, espesantes, aroma natural de cúrcuma, zumo de limón concetrado y extracto de pimentón.

Pues parece que sí, el vinagre y el limón se utilizan desde tiempos inmemorables para preservar los alimentos durante más tiempo. Pero además, los almidones modificados y los espesantes se emplean para mantener la textura de alimentos, también salsas. Y el extracto de pimentón es un colorante natural.

Resumiendo, tratándose de un alimento perecedero como la mayonesa, ¿cómo no iba a tener conservantes? Que sean naturales o artificiales -lo que, por cierto, da igual-, no quita que el mesaje de la etiqueta del frontal sea engañoso. Así que, la próxima vez que vaya al supermercado, ¡ojo! No me vayan a dar gato por liebre.


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