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La necesidad de la palabra

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En ocasiones, mi mente se queda vacía de palabras. Sobre todo cuando siento emociones impactantes, de una magnitud tan grande que me nublan el entendimiento y bloquean mi capacidad de expresión. No es que me quede sin autoconsciencia, o que no tenga ideas, es que no me salen las palabras. Imagino que de esas situaciones surge la expresión “quedarse muda”. Y, dado que ni recuerdo desde cuándo conozco esta expresión, muchas personas como yo se han encontrado en una situación parecida antes, ahora, y seguro que en un futuro también lo harán. La pregunta es si cuando me he encontrado en alguna situación así he pensado algo en la individualidad de mi ser interior sin recurrir al lenguaje. Bueno, primero debería planetar qué entiendo por lenguaje. Está claro que podemos experimentar el entorno sin necesidad de recurrir a las palabras: podemos sentir hambre, amor, felicidad, podemos apreciar la belleza de una flor, el olor de un bebé recién nacido, el dolor. ¿Pero experimentar el entorno

La aparición de una cultura y su evolución

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¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? Del mismo modo podríamos preguntarnos si somos nosotros quienes nos adaptamos al entorno o el entorno a nosotros. De entrada podríamos pensar que el entorno es el medio en el que nacemos, crecemos y morimos. Pero cuando hablamos de evolución biológica, el entorno es un concepto mucho más amplio que el medio ecológico en el que vivimos. Se trata del medio intrauterino en el que nos gestamos, el medio en el que se encuentran nustras células, las emociones que sentimos, las experiencias vitales que tenemos, cómo nos alimentamos e incluso en qué tipo de entorno cultural y social crecemos. Todos esos factores están inexorablemente ligados a nuestra herencia genética, y es una combinación de la una y los otros, junto con unas gotas de azar, lo que dicta el rumbo de nuestra evolución biológica – y la del resto de especies del planeta –. Tal y como afirma Pedro José Cascajosa en su libro De los quarks a la próxima extinción , nuestra huella genétic

Elemental, querido Watson...

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No, no es lo que le dijo Maurice Wilkins a James Watson cuando le mostró la fotografía 51 tras la salida de Rosalind Franklin del King College de Londres. Pero esa foto no solo fue clave para descifrar la estructura del ADN, también marcó un punto de inflexión en la comprensión del proceso de traducción de las proteínas.    Esquema del experimento de la doble hélice que llevó al descubrimiento de la estructura del ADN. Se muestra la fotografía 51. Fuente: Wikimedia Commons .   Según el National Human Genome Research Institute existe un conjunto de reglas, tan sencillo como elegante, capaz de descifrar las instrucciones que contiene un gen y que le indican a una célula cómo puede producir una determinada proteína. El código de cada gen usa las cuatro bases nitrogenadas del ADN — adenina (A), citosina (C), guanina (G) y timina (T) — o del ARN — adenina (A), citosina (C), guanina (G) y uracilo (U) — de diferentes formas para deletrear los codones, estructuras de tres letras que es

Un trampantojo

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Pues no pensaba hacer más entradas, pero más vale perder unas horas de sueño y hablaros de este trampantojo tan chulo con el que nos hemos topado practicando gastronomía molecular casera. Empiezo con una pequeña introducción para poneros en contexto. En mi pueblo, Picanya, estamos organizando una asociación de divulgación científica, Àgora de Ciència. Hoy hemos quedado para concretar el acto de inauguración de la asociación, que consistirá en un taller expositivo de esferificaciones… Y hasta aquí puedo leer, de momento. La cuestión es que esta idea ha sido impulsada por Encarna Coret, una crack de las esferificaciones inversas. No podía ser de otra manera, ¡ las inventó su marido !. Encarna nos ha invitado esta tarde a su casa para ponernos “en harina”. Nunca mejor dicho, porque ha sacado el kit y nos hemos puesto a jugar , como dice ella, a hacer esferificaciones de horchata. Un producto muy de la terreta y que se agradece mucho con estos calores, por cierto. Aparte de aprend

Medidas cotidianas y cocina

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En cuanto he leído el tema de esta tarea he tenido claro sobre qué iba a escribir: medidas cotidianas y cocina, ¡cómo no! Y es que hace bien poquito he comentado en alguna otra parte cómo fueron mis comienzos en la cocina: - ¿Cuánta sal le pongo? - Un puñadito - ¿Podrías concretarme qué es un puñadito? - Pues no sé, que no se quede soso ni salado - Y aceite, ¿cuánto le echo? - Pues lo que te pida el filete Va a resultar que ahora los filetes hablan… Estas eran las conversaciones que tenía con mi madre cuando empecé a cocinar. Y las cuento a conveniencia del tema: unidades e instrumentos de medida (si existen claro), y la precisión que tienen. Pues va a ser bastante sencillo sacarle jugo al tema. Abro la primera receta de tiramisú que encuentro en San Google . Ingredientes: 500 g. de queso crema Mascarpone 6 huevos M (6 yemas para el sabayón y 4 claras para montar) 150 g. de azúcar glass en polvo (recomendable) o azúcar blanquilla 300 g. de bizcochos savoi